MENSAJE DOMINICAL 14 DE SEPTIEMBRE 2025

MENSAJE DOMINICAL

VIGESIMO  CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lc 15, 1-32

“Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos le dijo al Padre: “Padre dame la parte de la hacienda que me corresponde.” (Lc. V. 11) Un papá o una mamá siempre quiere lo mejor para sus hijos: Que no les falte nada, que no cometan errores, que se alejen de las “malas amistades” y de toda clase de vicios, que se alejen de la sociedad de consumo y del libertinaje, que logren los ideales de sus vidas, que no caigan en el vicio, que no destruyan su vida y que no se alejen de Dios ni de la Iglesia. La partida del hijo menor fue para el Padre la mayor tristeza y el dolor más grande; “el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo como un libertino” “Lc v. 13)El Padre sabía que su hijo estaba tomando la peor decisión, que no iba a ser responsable con la administración de la fortuna y que iba a pasar necesidad y un hambre terrible; sabiéndolo, les repartió la hacienda; era su obligación.

¿Qué necesidad tenía el hijo menor de irse a un país lejano, a destruir su vida, si en su casa lo tenía todo, principalmente, el amor del Padre? ¿Qué necesidad tenían de ir a buscar problemas (hambre, sed, humillaciones, desprecio, abandono, etc.) si en su casa tenía la dignidad de hijo y de ser humano? ¿Qué necesidad tenía de marcharse a un país lejano y vivir como un libertino y malgastar la hacienda, si en su casa vivía felizmente? Quiso vivir la libertad y cayó en el libertinaje; quiso experimentar todo lo que ofrece el mundo y se quedó solo y abandonado; quiso alejarse de su Padre y cayó en el abismo y en el fracaso de su vida.

El Padre, todos los días, sentado en la puerta de su casa, esperaba el regreso de su hijo; él sabía que un día regresaría; y ese día llegó: “Estando él todavía lejos, le vio su Padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.” (Lc. V. 20) El día más feliz de su Padre; lo abraza, lo besa y ve la realidad como llega; destruido, arruinado, pobre, humillado, sucio, golpeado, flaco, acabado, etc.; eso no le importa a su padre; lo importante es que regresó y quiere alegrase y celebrar; “traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.” (Lc. V. 23-24) El hermano mayor no se alegra y tiene motivo para celebrar; indiferente, envidioso y recrimina a su Padre y rechaza la voluntad de su Padre; nunca ha amado al Padre ni ha amado a su hermano; no está de acuerdo con el amor y el perdón del Padre; el padre los ama a los dos: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado.” (Lc. V 31-32) El buen hijo, siempre vuelve a casa, a pesar de haberse alejado; el buen hijo pide perdón de su pecado; el buen hijo se deja abrasar y besar por su Padre; el buen hijo hace feliz a su Padre.

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