MENSAJE DOMINICAL DEL P. HÉCTOR PEÑA, PARROCO DE SANTA GEMA
Decimo octavo domingo del tiempo ordinario
Lc. 12, 13 -21
3 de agosto del 2025

“Maestro, dile a mi hermano que reparte conmigo la herencia.” (Lc v. 13)
Y Jesús le dijo:
“Miren: guárdense de toda clase de codicia”. (Lc v. 15)
Una herencia es una bendición de Dios y un derecho del heredero, si se reparte con justicia, equidad y agradecimiento. Una herencia se puede convertir en una “maldición” cuando tiene toda clase de codicia. Cuando esto sucede, hay divisiones, resentimientos, “peleas”, discordias, demandas, agresiones, violencia y hasta muertes; sólo por la CODICIA. Una herencia, sea cual sea, se debe valorar y saberla administrar porque, la persona fallecida, trabajó con dedicación y fatiga para proyectar la familia; deja una herencia para el bien de los hijos y los nietos; en ocasiones, quien viene a heredar es quien menos trabajó o el que menos vio o tuvo cercanía afectiva con el fallecido.
“Pero Dios le dijo: ¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿Para quién serán?” (Lc v 20)
Dice el adagio popular: “Uno se muere y nada se lleva”; lo que ha acumulado a quién le quedará. Jesús no está en contra de la herencia, ni de los bienes, ni de las riquezas; está en contra de la codicia y de no buscar la riqueza más grande, “el tesoro escondido”, que es Dios. Puede almacenar trigo y bienes; descansar, comer, beber y banquetear alegremente, pero todo esto pasa.
La riqueza más grande es tener a Dios en la vida, en la familia y en corazón.